11/01/22, San Sebastián. Se escuchan crujidos de la madera bajo los pies de un desconocido. Hace frío, está oscuro, y huele a vacío y olvido. Esos pasos se acercan, y alerta se les espera. “¿Se puede escapar?” ronda el pensamiento en tu cabeza. “No, la verdad es que no. Solo esperar.” Uno, dos… ya casi está aquí. Tres, cuatro… Escuchas hasta el latido de tu corazón. Cinco, seis… ya está aquí. Abres los ojos y alzas la mirada para encontrarte con tu propio reflejo. No hay nadie más en la sala; solo estás tú.

Tal y como la conocemos, la adolescencia es una etapa de crecimiento de todas esas personas que pasaron, pasarán, o están pasando por ella. Todos podemos coincidir en que el desarrollo de nuestra forma de ser y hábitos es esencial no solo para esa edad, sino para toda la vida. No obstante, parece ser que esa importancia ha caído en un túnel del olvido que no parece tener final; y mientras algunos hacen oídos sordos de los gritos de ayuda, o simplemente se limitan a romantizarlos y buscar su atractivo, otros intentan chillar el doble.

Este es el caso de Euphoria, el fenómeno adolescente de HBO que ha tratado de arrojar una brillante luz violeta sobre este problema. A diferencia de otras series de su estirpe, Euphoria trata de dar una visión realista de los problemas y enfermedades mentales tan habitualmente padecidos por adolescentes: depresión, interrelaciones complejas, trastorno bipolar, drogas, era digital… un infierno tan angustioso como necesario de conocer.

La trama sigue los pasos de un grupo de problemáticos adolescentes de los cuales destacan 6: Rue (Zendaya), Jules (Hunter Schafer), Nate (Jacob Elordi), Maddy (Alexa Demie), Kat (Barbie Ferreira) y Cassie (Sydney Sweeney). A lo largo de la historia, a pesar de haberlos enmascarado cuidadosamente, sus secretos salen a la luz con el objetivo de que la audiencia pueda llegar a comprender ese terror tan real; tan real que la historia está basada en la experiencia de su creador, Sam Levinson.

¿Pero cuáles son esos trastornos que con tanta fuerza se reivindican?

Rue Bennett, clara protagonista de la serie, es el vivo retrato de la perdición. Durante su infancia fue diagnosticada con un vasto número de enfermedades mentales (trastorno obsesivo-compulsivo, un posible caso de bipolaridad,…). No obstante, el único uso de estas etiquetas fue el de establecer una concepción determinada de Rue y, por ende, hacerla más propensa a su “científicamente corroborada” decadencia: drogas, depresión, y un sinfín de problemas más. De hecho, no se le puede culpar; quiere felicidad, y solamente ha conocido una manera de obtenerla: ¿cómo va a esperar a algo que no será capaz de encontrar cuando llegue?

En segundo lugar, vemos a una extraordinaria actuación de Hunter Schafer como Jules, una chica trans recién trasladada a la ciudad. Este personaje es un símbolo de ruptura tanto con la sociedad como con sus estereotipos; o por lo menos intenta serlo. Es destacable, por ejemplo, su estilo de vestir, claramente relacionado con la interpretación de su peculiar carácter. Sin embargo, Jules también buscará lucir extremadamente femenina frente a aquellos hombres mayores que busque complacer, con un fin de “aceptación”. Parece ser que ella misma se contradice, pero de eso mismo trata su personaje; de cuán grandes pueden llegar a ser las batallas que se libran en nuestro interior.

También es destacable la caracterización que realiza Alexa Demie para el personaje de Maddy.

Esta es una adolescente fuerte y poderosa, que sin embargo siempre se ve intimidada por su novio (Nate) a quien tiene la necesidad constante de satisfacer. Sin importar todos los horrores que él le hace pasar, Maddy siempre acaba recayendo de nuevo en la misma espiral de toxicidad. Simboliza todos aquellos problemas de pareja, tanto de adolescentes como de los que no lo son tanto, reivindicando e intentando darles por fin la voz que merecen.

Otro de los personajes principales de la serie es Kat (por Barbie Ferreira), una chica llena de inseguridades y complejos que un día cambia radicalmente. Al comienzo de los episodios podemos ver, efectivamente, una Kat con serios problemas de autoestima, los cuales afectan su vida y relaciones enteramente. No obstante, al percatarse del valor que en realidad ella posee, consigue usarlo a su favor; pero el problema está en que lo hace por la aceptación de los demás, no por ella misma. ¿Será verdad eso de que a los jóvenes no nos importa recibir críticas de aquellos de los que no aceptaríamos consejos?, ¿cuán grande es la repercusión que los comentarios ajenos poseen en las personas más vulnerables?

El quinto personaje que será citado es Cassie, interpretado por Sydney Sweeney; una chica marcada por problemas de familia y, sobre todo, la ausencia de su padre. Por ello, como es comprensible, intentará cubrir ese vacío en su alma con cualquier enamoramiento esporádico que le haga sentirse querida. En realidad, existe una fina línea entre lo que uno desearía de la realidad y lo que no lo es, y este es el problema que se presenta a menudo en la adolescencia. La soledad no se valora, sino la compañía, y por lo visto cuanto más irreal sea, mejor. En búsqueda de estas relaciones “perfectas”, surgen las ideas por cuerpos “perfectos” o incluso vidas “perfectas”: desórdenes alimentarios, ansiedades,…

Finalmente, el antagonista de la historia será mencionado brevemente: Nate (Jacob Elordi), un masculino adolescente que claramente contiene todos y cada uno de los ideales de belleza actuales. Sin embargo, como suele ocurrir, está podrido por dentro; o tal vez hubiese que cambiar el mencionado adjetivo por “devastado”. Nate debe vivir una vida perfecta, en la que las buenas apariencias son vitales, pero al descubrir todos los engaños que comete su padre, su mundo se viene abajo. En lugar de no seguir los mismos pasos de su padre, se ve bajo la necesidad de obtener su aprobación, su progenitor siendo un modelo para él. Finalmente, se convierte en un ser que nadie podrá controlar (ni siquiera él mismo), con un único fin: sobrevivir.

Naturalmente, la serie desgrana muchos más puntos que en esta editorial no han sido mostrados, pero sí que se puede recomendar. A pesar de lo cruda que es a ratos, en realidad representa unas circunstancias que podrían ocurrir, solo que en la sociedad que conocemos suelen estar tapadas por el velo de lo políticamente correcto.

Sin este tipo de series, los problemas relacionados con la salud mental no irían sino en aumento, porque ¿qué es lo que más necesitan aquellas personas? Necesitan sentirse comprendidas: si pueden sentirse representadas por algún personaje de esta serie, puede que esto ayude a comprenderse mejor a sí mismas, desembocando así en lo que podría considerarse “la solución del problema”. No obstante, mientras sigamos barriendo el polvo debajo de la alfombra, la ocultación seguirá pasando factura. Solo es cuestión de tiempo que este problema llegue a un estado de no retorno, cuando ya sea demasiado tarde.

Claudia Martín, co-Directora de The Analyst

02/11/20, San Sebastián. ¿Cómo hacer que los jóvenes cesen sus imprudencias? ¿Cómo mentalizarlos de las nefastas consecuencias que tienen sus actos? ¿Cómo evitar que realicen botellones? Son las preguntas que se está haciendo el Gobierno diariamente, con el objetivo de obtener una respuesta que les permita reducir los casos de afectados por Covid-19.

Con la ola de rebrotes de casos de infectados por la pandemia, los científicos están incansablemente tratando de encontrar soluciones. Para ello, han analizado las principales situaciones de las que proviene este aumento de afectados. Un factor obvio es el hecho de que haya jóvenes reuniéndose, en grupos que exceden al número de personas que tienen permitido juntarse según las recomendaciones sanitarias, para realizar los conocidos “botellones” y fiestas privadas. Estas reuniones están produciendo un número elevado de positivos y, consecuentemente, afectando gravemente a nuestra sociedad en la lucha contra la pandemia. ¿Cuál es el problema entonces?

En primer lugar, se cree que los jóvenes no están siendo informados correctamente de las consecuencias de sus actos. Hay que tener en cuenta que la gran mayoría de los jóvenes no lee los periódicos, ni ve las noticias en la televisión. Por lo tanto, no se informa adecuadamente del riesgo que conlleva juntarse con un número excesivo de personas y sin mascarilla. Se está considerando el tratar de implantar anuncios en redes sociales conocidas, como Tik Tok o Instagram, que son constantemente utilizadas por los jóvenes, para lograr transmitir el mensaje. Es un hecho probado que los anuncios nos provocan una reacción emocional, por lo que emplearlos sería una efectiva manera de tratar de conectar con ellos.

De esta manera, podrían ser más conscientes de que únicamente una reunión que ellos creen completamente inofensiva, podría contribuir a la muerte de un ser querido.

Por otra parte, parece que los jóvenes siguen el ejemplo de sus padres. Tal vez el problema radique en la inconsciencia de las personas adultas. No tanto en lo que a fiestas se refiere, sino a las reuniones en el lugar de trabajo o las medidas que se toman en dichos establecimientos. Si un joven no percibe en su entorno más cercano un respeto hacia las demandas del personal sanitario, es probable que le reste importancia al asunto. Sin embargo, si en casa se le está conminando a seguir medidas sanitarias y se le va informando de lo que está ocurriendo con la pandemia, es probable forme una idea más realista sobre ésta y se comporte responsablemente.

En conclusión, es efectivo utilizar medidas estrictas que obliguen a los jóvenes a reducir sus actividades de ocio irresponsables. Aún así, deberíamos tener en cuenta que para lograr un cambio notable, hay que empatizar con su forma de ver la situación. Debemos tratar de implantar medidas en las redes sociales, a modo de interfaz para llegar a ellos, y asegurarnos de que los adultos también están adecuadamente informados.

Hay que ayudarlos a entender que la pandemia es una situación que nos supera, y que la única manera de pararla o de, al menos, minimizarla, es trabajando todos juntos, independientemente de la edad que tengamos.

Nerea Ugarte, Directora de The Analyst