Maradona, la masculinidad mal entendida.
El pasado 25 de noviembre se celebró el Día Internacional contra la violencia de género. Ese mismo día fallecía Maradona, considerado el mejor futbolista de todos los tiempos y un “dios” para sus compatriotas argentinos y para millones de aficionados de todo el mundo. Desde aquel día, se ha tratado, con denodado empeño, de separar ambos acontecimientos.
Opinión. Nagore Zapiain. Leer+
Pero el destino, a veces certero y caprichoso, ha decidido unirlos abriendo un encendido y apasionante debate sobre cuál debe ser el modelo de “masculinidad” que queremos transmitir como sociedad, al ensalzar a este personaje público y omitir cualquier crítica en relación a la violencia que haya podido ejercer contra mujeres y también, no lo olvidemos, sobre niñas.
Quizás el leer y escuchar tantas alabanzas al personaje, tratando de eludir cualquier reprobación respecto a su relación con las mujeres, me ha llevado a escribir este artículo de “opinión”. Remarco lo de “opinión”, porque no pretendo sentar cátedra sino posicionarme en un lugar un tanto incómodo y diametralmente opuesto al de la prensa dominante.
Estoy segura de que Maradona fue un genio en ese, a mi parecer, insulso juego del balompié. Que precisamente su genialidad en la cancha elevó a la categoría de “arte” a este deporte de masas como es el fútbol. Que, con toda seguridad, algo especial tendría este sujeto para arrastrar a un país entero y a medio mundo con un fervor cuasi religioso hacia su figura. El “dios” Maradona al que hordas de hombres y mujeres lloran estos días inconsolablemente... Es precisamente este comportamiento de desconsuelo generalizado y un tanto naif el que me lleva pensar que como personaje es y será un grande, un mito para la historia. He de reconocer también, que parte de su magnetismo deriva de lo que su imagen representa; el futbolista que pudo salir de la miseria y llegar a tocar el cielo a través de su “arte”, que tuvo cierta conciencia de clase y no olvidó sus orígenes humildes atreviéndose a enfrentarse a los poderosos e incluso al Papa. Porque el mito también sufrió en sus carnes la violencia de la pobreza.
Pero no es la persona de Maradona la que quiero cuestionar sino el modelo de masculinidad machista que representa y que se trata de obviar. En palabras del desaparecido y admirado Eduardo Galeano, que supo describir a la persona: “Maradona es una especie de Dios sucio, el más humano de los dioses: mujeriego, parlanchín, tragón, borracho, irresponsable y mentiroso”. Maradona, fuera del campo de fútbol, no puede ser ejemplo de nada. Un ser humano lleno de contradicciones y excesos de todo tipo, adicto al alcohol y a la cocaína. Pero como he remarcado antes, no quiero hacer una valoración moral e hipócrita sobre su modo de vida. En sus momentos de lucidez, él mismo reconocía sus errores: “me equivoqué y lo pagué”. Lo que quiero poner en evidencia es cómo esta sociedad machista tiende a justificar y a perdonar a ciertos personajes triunfadores.
En estos días, algunos, muy pocos, han cuestionado el comportamiento de Maradona en relación con las mujeres. Parece que en este tema hay que mirar hacia otro lado. Pero yo lo quiero decir alto y claro: hay imágenes suyas de maltrato hacia las mujeres y también imágenes inadmisibles con menores. Reconozcamos, cuanto menos, que ser un “dios” en la cancha de fútbol no concede el derecho a abusar de esta posición de superioridad frente a las mujeres. Salvando las distancias, algo parecido pasó con el gran tenor Plácido Domingo. Cuando se empezó a especular sobre su comportamiento “inadecuado” o abusivo frente a las mujeres por su estatus de divo, salieron cientos de voces que se echaban las manos a la cabeza defendiéndole de tamañas tropelías. Pero el tiempo, a menudo pone a las personas en su sitio, y finalmente el propio tenor reconoció estos abusos.
Tanto la fama como el poder son adictivos, y facilitan en muchos casos que se cometan este tipo de abusos. En el mundo machista del fútbol especialmente, a las “estrellas” se les perdona casi todo y se generan situaciones, a veces, incluso delictivas. Recuerden si no, cómo se vitoreaba a un maltratador llamado Rubén Castro, y se denostaba a su víctima, en el propio campo del Betis hace no tanto tiempo.
Por todo esto, quiero también salir en defensa de la futbolista gallega Paula Dapena, que tuvo la valentía de no secundar el minuto de silencio en honor de Maradona y se sentó de espaldas en un gesto valiente y muy criticado. Paula actuó desde el respeto y sin embargo ella no ha sido respetada. Paula tenía derecho a no querer homenajear a Maradona, sin embargo, recibió no solo insultos sino incluso amenazas de violación y de muerte. ¿No es esto acaso otra forma de violencia contra una mujer por atreverse a reivindicar y visibilizar la posición de desigualdad que tenemos las mujeres?
Nadie podrá nunca cuestionar la calidad futbolística de Maradona, el “dios” del fútbol. Pero como personaje público, fruto de la cultura patriarcal, proyecta un modelo de comportamiento que reproduce estructuras sociales y culturales, entre ellas, el machismo. Por ello, lo que trato de denunciar a través de estas líneas es mi más contundente y profundo rechazo de este tipo de permisibilidad hacia la violencia ejercida contra las mujeres y las niñas. En definitiva, como mujer y como feminista, pido que se nos respete, que no se diluya la violencia machista bajo el estatus de la fama de un personaje, porque esto no sería sino una forma tramposa de seguir ejerciendo la violencia sobre nosotras, las mujeres.