Momentos con Patxi Valencia

19/03/21, San Sebastián. La vida es como una pieza grande que uno va haciendo”, manifiesta el escultor como ley de vida. En su taller, Patxi Valencia se siente como en casa. En un humilde garaje, nos cuenta su experiencia mientras nos muestra sus más reconocidas esculturas. El pasado mes de octubre tuvo la oportunidad de colaborar en el Festival de Terror de San Sebastián, concediendo tres de sus piezas al teatro Victoria Eugenia y recibiendo diversos mensajes de agradecimiento. Pero, ¿cómo salió a la luz esta pasión creativa? El artista donostiarra nos relata su cautivadora historia.

Cultura. Claudia Martín, Sandra Rivas. Leer+

SANDRA.- Hemos podido comprobar que tiene una gran afición a todas las artes en general… ¿pero cómo comenzó este interés?


PATXI.- Pues mira… A mí, de niño, siempre me ha gustado mucho la pintura, me ha gustado mucho la plastilina… y me gustaba poderlo realizar. Ahí fue el principio. Luego ya empecé, siendo un poco más mayorcito, a hacer cosas con barro. Tuve un gran maestro, Cobreros. Todo lo que sea arte me emociona, entonces procuro estar cerca del arte, porque es una forma de vida alegre, y me gusta.


Luego empecé a tocar el hierro. Hay una cosa muy curiosa que me pasó. Empecé a ir con un amigo mío a la chatarra, porque este cogía piezas para hacer bicicletas y arreglarlas. Entonces un día le acompañé, pero yo el hierro no lo había tocado todavía. Y estando por la chatarrería, que me pareció un sitio muy lúgubre, triste, húmedo, que me rechazaba… de repente, estoy paseando, y veo esto. ¿Qué es esto, que está aquí? Es el sombrero de la bruja. Allí está todo el material que está muerto: ha tenido una vida, luego muere, se lleva ahí, y se recicla. Entonces vi el paragüero y dije: “esto es una bruja”. Y fue el principio de la bruja. Entonces ya, desde cuando vi el gorro de la bruja, me imaginé algo. Fui cogiendo piezas de la chatarra: iba un día, iba otro (suelo ir los lunes porque tengo fiesta),... Ella quería salir. La pieza. Yo me encontré con que, de alguna manera, era un vínculo: las piezas que encontraba en la chatarra, en medio estaba yo, y luego estaba la bruja. Yo lo único que hacía era coger la chatarra y ella me decía dónde tenía que acoplarla. Me movía en un espacio que no había sentido nunca. Y me gustó. Y comencé a trabajar: haciendo los ojos, la nariz, el cuerpo, los movimientos,... Ella me dirige, yo me dejo dirigir, y ella va saliendo sola. Y al final sale. Esa es la forma de nacer de la bruja. Lo que más me gusta es que ha nacido algo que estaba muerto. He sacado de un sitio, donde iba a reciclarse un material muerto e inútil, las piezas. Y, por lo que sea, ha decidido que yo la saque. ¿Por qué? Pues no se sabe. Ese es el fin de la obra.


Otra cosa muy importante es que ha habido mucho esfuerzo detrás de la bruja, y yo creo que está relacionado un poco con la vida diaria de cada uno de nosotros. Porque todo se consigue con esfuerzo. Por donde se mire tiene que estar bien; no vale con esconder una pieza. Cuando uno hace una escultura, tiene que ser de verdad. No le puede mentir. Y al final sale.


S.- De todos los materiales con los que trabaja, ¿tiene alguno favorito?


P.- Casi todo es cobre, el cobre se manipula bien... pero me es igual. Lo que quiero que salga es, en realidad, un conjunto de piezas. A mí lo que me interesa es darle vida a algo que está muerto ya. Máquina de escribir. Vaso de agua. Lámparas, relojes,... Todo está muerto, todo ha tenido una vida ya. Esto era un plato. Mangueras de ducha. ¿Cuánto han vivido? Y van a la chatarra, a la muerte. Quiero que la gente piense que, de la nada, de la pena que uno tiene que cree que se ha acabado todo, puede salir algo bonito. Es una idea de vida. No vale para nada, se tira,... pero es mentira.


S.- ¿Qué piensa hacer en el futuro con todas estas esculturas?


P.- Pues el futuro ellas lo van a decidir. Yo lo hago, disfruto con ellas, tengo un contacto con ellas, lo que pienso lo puedo hacer, y me gusta el terreno que piso. Porque es un terreno desconocido. Está la obra y la chatarra. Hay un espacio… y yo me muevo en ese espacio.


S.- ¿Nos podría hablar de sus otras obras?


P.- Esto es otra cosa que me pasó… porque claro, yo voy por la chatarra, y me va diciendo lo que quiere salir. Es como si estuvieran llamándome. Un día, voy por la chatarra, y digo: “Uy, esto es un trofeo, de cuando alguien gana una carrera de bicis o un torneo…” Entonces digo: “esto es el gorro del personaje”. Siempre empiezo con una idea, siempre aparece algo que me dice qué hacer. Esto lo hice anterior a la bruja: hice un guerrero. Ya veis que tiene piezas de ordenador, una cámara de seguridad, anemómetros,... Uy, se ha soltado una pieza. ¿Por qué se ha soltado? ¿veis qué relación tengo con la pieza? No contesta...


Claudia.- ¿Al final, verdaderamente queda como usted se la había imaginado?


P.- No. No, porque él va saliendo. Yo solamente cojo las piezas y las empiezo a poner. Hay veces que pongo una pieza y no encaja, y la vuelvo a poner y tampoco. Es una relación muy íntima con la pieza. No me habla, por supuesto, pero siento lo que quiere. Entonces, le estoy dando la forma: le pongo la pierna de una manera, le pongo el brazo, hablo con ella, la giro, le cambio el movimiento de los brazos... Y poco a poco la veo. Y llega un momento en que veo que está realizada. La he recuperado… de la muerte. Y sale esto.


S.- ¿Tiene un orden específico para crear las obras?


P.- No. Bueno, empecé con el gorro. Luego empecé aquí, con el cuerpo. Luego hice la cabeza, luego los brazos, y terminé con las piernas. Pero yo no me programo qué es lo que hago primero. Simplemente surge, y la empiezo a hacer, y me gusta que la pieza tenga un movimiento que pueda expresar algo. Es importante. No quiero que sea solo un trozo de hierro con la forma de una persona, o un pájaro; quiero que diga algo. Y cuando conecto con la pieza, es cuando estoy agusto. Pero tampoco es fácil conectar con la pieza: todo requiere un tiempo. Muchas veces vengo de casa, me siento, y estoy mirándole. Puedo estar 3 horas mirándola, y viendo sus movimientos: cómo puede quedar de un lado, si se inclina, si la cadera se va hacia un lado, si hay un equilibrio,... Y como tengo un contacto tan directo con ella, me siento agusto. Hasta que un día empiezo a montarla. No tengo prisa; simplemente dejo volar mi imaginación. El terreno que piso es muy bonito, porque es un descubrimiento para mí... y así es como trabajo. No pretendo nada de la pieza, ni venderla, ni que nadie me diga qué bonito y si a ver si quieres hacer otra. No quiero nada. Quiero estar aquí, en mi taller.

S.- ¿Le gustaría dar algún consejo a la gente que está comenzando a crear esculturas?


P.- Bueno, pues yo daría un consejo: para hacer algo, lo que sea, hace falta pasión, ilusión… Hace falta sentir lo que haces. Pero no solo en la escultura; en todo.

S.- Antes ha comentado que no quería que sus esculturas llegasen a ninguna parte, ¿cómo es que llegaron a la exposición de terror?


P.- Esto fue de la siguiente manera: estaba yo un día ahí, en la parte vieja, vacía, y paso por el Victoria Eugenia. Y pienso: “Estas esculturas mías pueden servir para el festival”. Y entonces subí y pregunté quién llevaba el tema del festival. Me dijeron que lo lleva un tal Josemi. Y pregunto: “¿puedo hablar con él?”, y me dicen: “no sé si estará en la oficina”. Subo y, como la vida tiene muchas casualidades, estaba Josemi.


- ¿Josemi? -

- Sí, soy el director del festival de cine de fantasía y de terror.

- Tengo unas esculturas, e igual pueden exponerse en el festival, porque el tipo de escultura que hago… Tengo una bruja.

- Bueno, un día igual iré a verla.


Al cabo de dos meses viene. Me llama por teléfono preguntándome a ver si podía venir y quedamos. Venimos a ver las esculturas, abro la puerta, y ve la escultura.


- ¿Quién ha visto esto?

- Esto no lo había visto nadie, solo lo ve la gente que pasa por aquí a guardar el coche.

- Quiero llevarme tres.


Y así fue. Se llevó la bruja, se llevó el guerrero. Pero os voy a contar una cosa, llevé este guerrero con esta escultura: el cazador de almas. Pero no es un cazador de almas. Lo hice un cazador de almas porque era para el festival de terror. Esto es un cazador. Y este va con estos pájaros. Vosotros veis que de la nada, de la chatarra, de un sitio húmedo, de un sitio lúgubre, de un sitio de roña, cuyas piezas se deshacen de la humedad que tiene… Que no vale para nada, de destornilladores viejos... Y de toda esa montaña de chatarra, sale esto. A mí me gusta. Ha salido un pájaro. Hay una máquina de coser, aquí hay lámparas, vasos de agua, relojes, un muelle (que vete a saber de dónde será), de un torno, hojas de una lámpara… Ha salido. Hay muchas veces en la vida que te sientes sin salida, y estás en la chatarra. Dices, “estoy hundido, ya no puedo estudiar, no puedo aprobar, no puedo, en casa me han chillado”. Y te sientes como la chatarra. Es mentira, solo falta pasión. Y sale, con pasión, con ilusión. Es un ejemplo de cómo hay que vivir. Nadie puede decir que no lo puede hacer, siempre se puede hacer, porque si de la nada sale esto… Solo falta tener ilusión, ganas y pasión. Y ya está, eso es lo que tenéis que hacer la gente joven. Podéis hacer lo que queráis. Con ilusión.


S.- Realmente, todo lo que nos ha transmitido ha resultado muy interesante; por ello, queremos agradecerle que nos haya concedido esta entrevista y por regalarnos parte de su tiempo.


P.- Yo estoy dispuesto a contaros lo que queráis, si ya os parece bien, ya veis que yo me emociono con todo esto. Uno se tiene que emocionar con lo que hace, si no no sirve. Cuando han venido del festival, han venido al garaje y les he dicho “Ya estamos todos en casa”. Os parecerá algo un poco extraño… pero cuando alguien hace algo con pasión, ya os digo, todo lo que hagáis, el sur, el ir al monte, lo que sea, con pasión, es una maravilla. Y es un terreno que hay que saber pisarlo. Entonces uno va conociendo cosas nuevas. Eso es la vida. Estoy estudiando matemáticas y digo “¿Yo?, ¿matemáticas?, ¡pero qué rollo!” Pero vamos a la luna, porque hay gente que ha estudiado matemáticas. El fin de todo es el principio. Y por eso al principio hay que cogerlo todo con ilusión…


Os he dicho que este es el cazador y estos son los pájaros. ¿Ya veis las caras que hay aquí? Hay veinte caras… Uno no puede hablar, este está bastante triste, este se está ahogando, esta se ve que está sufriendo: está con la boca abierta. Este fijaros qué cara tiene, con un ojo que se le va casi, veis qué triste. Yo he querido reflejar el purgatorio. El purgatorio es cuando, antes de llegar al cielo, si has cometido unas penas, para purgar esas penas tienes que estar un tiempo en el purgatorio para que te perdone de tus pecados y llegar al cielo. He querido reflejar un poco ese sufrimiento. Entonces quise reflejar el purgatorio. En fin… es un poco triste, porque todos están sufriendo. Pero bueno, en su día eso es lo que quisieron salir. Lo primero que salió de esta pieza, (como os digo, siempre hay un patrón) fue la nariz, fíjate. En un mercadillo de Rentería apareció. Y es un soldador, y dije “la nariz del fulano que voy a hacer, esto va a ser el purgatorio”. Porque teniendo esta cara, fíjate qué nariz, el que tenga esta nariz, fíjate qué disgusto, ¿no? Y entonces ahí empecé a hacerlo.


Todo por dónde mires tiene que estar bien hecho, no vale hacer una cosa que se vea por delante bien, y mal por detrás. No vale estar yo por la vida riéndome con los amigos, y por detrás fastidiando a otros. No sé, es una forma de vida, lo tengo que hacer todo bien. No vale comportarme de una manera, y lo malo esconderlo, No, tiene que florecer todo, tengo que hacerlo bien. Lo más importante soy yo, y lo tengo que hacer todo bien. Como tengo un vínculo con la pieza, es importante que yo lo haga bien; porque si le engaño, me engaño yo, y no quiero engañarme. No puedo yo vivir de una manera que es mentira. Lo reflejo en esto. Y cuando uno va con la verdad por delante, tiene las puertas abiertas. Y no solamente tiene las puertas abiertas, sino que se siente más feliz, más realizado, no se miente a uno mismo, porque es asqueroso mentirse a uno mismo. Porque uno no vive agusto. Por delante, por detrás y por dentro, tratar de hacerlo todo bien. Cuando haces todo bien, entonces, yo creo que es cuando sale lo que quieres. Porque yo puedo decir que con esta escultura he hecho lo que quería, lo que creía que tenía que hacer. No le he mentido. He puesto lo que yo creía que requería la pieza. No he dicho “aquí pongo algo porque voy a tapar esto”, o “pongo esto para tapar algo que está aquí medio roto”. A veces solemos hacerlo, “voy a tapar esto que está medio roto”. Eso es mentira, no vale tapar lo que está roto por debajo, hay que arreglar lo que está roto por debajo. Hay que arreglar lo que está abajo. Cuando haces lo que crees que tienes que hacer, cuando eres claro contigo mismo… Eres libre. Es lo más grande que hay, ser libre. Y eso es lo que trato de hacer… Si yo hago algo mal aquí, igual me meto a la cama y estoy pensando que ha quedado mal; si yo hago algo mal en la vida, también estoy pensando. Ya sé que con el tiempo se me pasa, pero no quiero, no quiero que se me pase. Quiero arreglarlo ya. Me he enfadado con una amiga, “bueno, ya se me pasará”... No, no quiero que se me pase, ¡quiero arreglarlo ya! Lo arreglo. Y estoy feliz. Y la vida es como una pieza grande que uno va haciendo. Hay veces que uno está confundido, se siente perdido… Pero el alma sabe lo que tiene que hacer.


Con esta sentida reflexión, Patxi pone fin a esta intensa entrevista. Poco más queda por añadir, ya que las palabras del artista no necesitan ningún comentario, hablan por sí mismas.