Entre fogones por casualidad

Fuera de la televisión y de los fogones de su cocina, accedemos al restaurante “El Bohío”, donde entrevistamos a su dueño, Pepe Rodríguez, también conocido por presentar el programa “MasterChef”. En un ambiente informal nos habla de sus orígenes, cómo llegó a su posición actual y cuál es su visión para el futuro.

Sociedad. Andoni Lezama. Leer+

Andoni Lezama.- Para comenzar, más allá de la televisión, ¿quién es Pepe Rodríguez?

Pepe Rodríguez.- Pepe Rodríguez es un chico de Illescas, nacido en Madrid pero criado en este pueblo, en un mesón familiar. Yo fui muy buen estudiante hasta 8º, llegué a 1º de BUP y ahí me deshice, ya no supe controlarme. Por aquel entonces, yo ya recogía botellas, limpiaba y ordenaba, entre otras cosas en el mesón familiar. Y como estaba picoteando en ese punto de negocio que tenían mis padres, al final acabé en un restaurante familiar.

AL.- ¿Siempre tuviste claro que querías dedicarte a la cocina?

PR.- No. Ni me gustaba, ni me interesaba. Había visto cocinar a mi abuela, había visto cocinar a mi madre, pero no me seducía. Mi madre jamás me planteo meterme en la cocina. Es verdad que, para entonces, había cada vez más camareros hombres, pero la cocina sí que era más un espacio reservado para las mujeres.

Y no, no tenía vocación de ser cocinero. Decidimos, mi hermano y yo, ponernos a trabajar en el bar de nuestros padres para así ver si éramos capaces de llevarlo. Así, a lo tonto, estuve cinco o seis años de camarero, sin necesidad de entrar a la cocina. De hecho, entré a la cocina por obligación.

AL.- ¿Qué significa para ti “ser cocinero”?

PR.- La verdad es que tengo un odio y un amor hacia ello porque nunca quise ser cocinero, no estaba en mí como tal, no es en lo que yo hubiese soñado. Me hubiera gustado ser cantante de rock o incluso futbolista, pero no estaba dotado para ninguna de estas cosas. No lo he llevado con un gusto extremo, e incluso todavía sigo diciendo que estoy en la cocina, aunque me cuesta decir que soy cocinero. No por nada en particular, amo este oficio y amo lo que significa ser cocinero, pero no lo tengo interiorizado. Sin embargo ser cocinero es algo muy bonito. Al final, te das cuenta de que es un oficio que no se acaba nunca, que está en constante evolución y quizá eso es lo que me mantiene en un cocina, saber que puedo hacer algo diferente.

AL.- ¿Crees que la cocina es un arte, al igual que lo es la pintura o la música?

PR.- Yo creo que la cocina es artesanía. Llevada al extremo podría ser arte, pero yo no voy a ser el que lo va a decir. Es verdad que entre mucha gente, hay muy pocos que con la materia prima y con el cocinado lo convierten en algo más. ¿Eso sería arte? Pues la verdad, no lo sé. Yo, desde mi punto de vista, no lo voy a llamar arte. Ni yo soy un artista ni creo que los cocineros puedan ser artistas. Somos artesanos, somos gente que transforma ciertos elementos a nuestro gusto. Esto hace que la gente esté satisfecha, que vaya a un restaurante por una razón más que no sea solo por ir a comer a causa del hambre. Eso ya de por sí tiene mucho mérito.

Mi abuelo, con catorce años, emigró a Cuba y allí conoció a mi abuela, que era de aquí, de Illescas. Allí, nació mi madre, en La Habana. Entonces, se trajeron el nombre y muchas más cosas de allí, ya que gran parte de la familia marchó de Cuba. Y de aquí aparecen los orígenes de “El Bohío”.

AL.- ¿Cuáles crees que son las claves de tu cocina, es decir, lo que la hace extraordinaria?

PR.- No lo sé. Creo que hacemos una cocina castellana, incluso muy castellano-manchega. Cada vez me gusta más, porque creo que eso es diferenciador. Se puede cocinar en clave moderna (porque no sabría hacerlo de otra forma), con mucho sabor, con mucha profundidad y muy ligada a la tierra. Esa sería mi cocina, o, por lo menos, lo que yo intento hacer. Aunque es mejor que hablen otros de mi cocina. Que lo haga yo no tiene sentido. Sinceramente creo que es una cocina de gusto, de raíz, de tradición, de profundidad, de sabor, de mucho guiso pero llevado a la modernidad.

AL.- ¿Cómo ves el funcionamiento de tu restaurante a día de hoy? ¿Ha evolucionado de manera positiva?

PR.- Sí, estoy contento. Se podría decir que esto ha sido como una “montaña rusa” como negocio. Ha habido momentos buenos y momentos malos, como cualquier otro. Se podría decir que estamos en una postura “toco madera” más o menos cómoda. Estoy contento como modelo de negocio.

AL.- ¿El impacto de la televisión ha ayudado a la evolución de tu restaurante? ¿Y qué otras repercusiones ha tenido en tu vida diaria?

PR.- Ha tenido mucha repercusión. El Bohío era un restaurante conocido para los gourmet de este país. La gente sabía que había un restaurante importante en Illescas, que tenía una estrella Michelín y que su cocinero era Pepe Rodríguez, pero eso lo sabían los gourmet de España, y la televisión te posiciona, te pone en el mapa, te hace un personaje y, al final, te acaba conociendo todo el mundo, y la gente quiere venir a verte. Al fin y al cabo, si esto ayuda, bienvenido sea. En definitiva, viene gente que no se dedica a la gastronomía, y ahora vienen para verte, ya que hemos hecho un programa de cocina y la gente quiere saber y conocer.

AL.- ¿Respecto a la televisión, te preparas a la hora de salir a grabar, o simplemente improvisas?

PR.- Todos los programas de televisión tienen un guión. Para ello están los guionistas. Luego, trás la preparación de los guionistas, el guión está para hacerlo tuyo. Son ellos los más importantes de un programa, no los presentadores. Por ejemplo, en MasterChef, hay 200 personas haciendo el programa, pero tú conoces solo a cuatro. Entonces, lo que hay detrás o los que hay detrás son los que saben hacer televisión.

Me hubiera gustado ser cantante de rock

o incluso futbolista

AL.- ¿Crees que está surgiendo un choque entre la cocina tradicional y la cocina innovadora?

PR.- No, no lo creo. Una es consecuencia de la otra. No hay ningún tipo de oposición en ese aspecto. Parece que hay una contraposición y la cocina más vanguardista parte de la cocina popular y tradicional. Y son muy pocos los cocineros que hacen vanguardia al completo sin estar sujetos a nada, que sean totalmente anárquicos. Sabemos que hay que darle un extra a la cocina, que la cocina está en constante evolución y que está para mejorarla y para cambiarla con criterio y con gusto, y por eso mismo aparece la cocina de vanguardia. Lo que suele pasar es que, con frecuencia, lo explicamos mal; normalmente, una cocina se aplica en la otra. Somos todos de un mismo grupo donde a veces cogemos ideas “de la izquierda” y a veces “de la derecha”.

AL.- ¿Está amoldándose la gastronomía a un cambio donde vivir la experiencia pesa más que el simple hecho de comer?

PR.- Sí, pero son los nuevos tiempos. Hay mucha gente que lo que quiere es comer bien, pero hay restaurantes que no anteponen el comer bien. Hay otra serie de elementos. Hay gente que incluso va a los restaurantes solamente a comer y esto es algo terrible. Sí que es verdad que ha cambiado mucho y todos queremos vivir una experiencia. Por eso, los restaurantes y los cocineros han sabido estar “en la pomada” de la venta de los productos, del marketing, ya no hablan de dar bien de comer porque eso ya lo hace casi cualquier cocinero. Tenemos que buscar algo más, como el placer o la experiencia.

AL.- Siempre se dice que en el mundo gastronómico ya está “todo inventado”. ¿Crees que es así, o todavía se puede seguir innovando?

PR.- Por supuesto. No hay nada inventado, todo está por inventar. El mundo tiene que avanzar y avanzará la cocina, aunque puede que con más o menos lentitud. Ahora hemos vivido una época gloriosa gracias a grandes cocineros que han “tirado del carro”. Actualmente, parece que hay una pequeña recesión, pero todo esto es cíclico, hay muchos ciclos. Del mismo modo, en la cocina, hay momentos dependiendo de los cocineros, de las modas, de la economía. Esto hace que vayamos más deprisa. En definitiva, todo influye para que la cocina vaya más deprisa o más despacio, o pueda evolucionar en mayor o menor medida. Pero siempre habrá un cambio o una evolución.

AL.- Se sabe que eres dueño del restaurante “El Bohío”, en la localidad de Illescas, Toledo. ¿Cómo nació dicho restaurante?

PR.- Aquí llevamos desde 1934, antes de la guerra civil. Era de mi abuela y de una hermana suya. “El Bohío” es una casa típica cubana, parecida a una chabola.

Cuando repasamos el guión todas las mañanas, no me invento lo que vamos a hablar. Alguien nos propone el tema sobre el que vamos a hablar. El guión te lo arma un profesional de la televisión, y yo luego, con mis palabras, con mi manera de ser, te cuento el tema.

Yo no hablo cuando quiero. Por eso, todos los programas tienen un guión. Lo que pasa es que hace falta que ese guión se note menos y lo hagas tuyo.

AL.- Debe de ser duro tener que realizar una crítica negativa a un plato. ¿Cómo haces para que dicha crítica sea constructiva en vez destructiva?

PR.- Primero, intento ser constructivo para hacer una crítica y yo sé que la televisión tiene unos códigos y “toco” las líneas de los códigos. Pero me gusta decirlo con suavidad, me gusta decirlo con humor, porque me tomo la vida con humor ante los problemas. Hago esto, sobre todo, para no hacerle daño al concursante. No se me ocurría. A veces, creo que lo he hecho, he pedido disculpas y me da mucha pena, porque no es mi estilo. No me gusta que me lo hagan a mí, por lo que no se lo quiero hacer a otro. Tras la crítica, sí que le busco el lado positivo de lo realizado. Si te puedes reir para descargar tensión, mejor.

AL.- En el programa “MasterChef” y “MasterChef Junior”, ¿tienes algún tipo de contacto con los aspirantes antes de la grabación del programa?

PR.- No, ninguno. La verdad es que no los conozco mucho y luego nos juntamos lo justo con ellos, para que no empaticemos ni se creen vínculos. Sin embargo, al terminar el programa y la grabación, toda esa gente tenemos una amistad y una relación muy buena. Porque hacer un programa como MasterChef es una experiencia brutal. Te exige mucho. La relación que hay es maravillosa, pero mientras estamos grabando, hay un respeto mutuo que no se debe perder.

AL.- Para ir acabando, las últimas preguntas; ¿crees que el mundo gastronómico tiene futuro?

PR.- Claro. La gente, por suerte, todavía tiene que comer para alimentarse. No hemos cambiado demasiado en los últimos treinta años.

AL.- ¿Qué tienes pensado hacer en un futuro? ¿Seguirás apareciendo en televisión?

PR.- Intentaré hacer las dos cosas en la medida que el cuerpo me aguante. Es verdad que el restaurante tiene más recorrido y la televisión es más efímera. ¿Aparecerá otro programa o me llamarán para otra cosa? Ni lo sé, ni me importa. Yo sigo con mi restaurante, que es lo que me gusta. Transformar mi restaurante, eso también me ilusiona.